martes, 5 de agosto de 2008

¿Y luego por que la gente cree que estamos en drogas?

Kilos de maquillaje que cubren toda clase de imperfecciones, vestidos hechos a la medida especialmente para la ocasión, planchado perfecto (bueno casi perfecto, porque después de que un padre desconsiderado nos hecho agua bendita sobre nuestras cabecitas pecadoras, algunas ondas se hicieron presentes) y claro, no podemos olvidar la sonrisa perfecta lista para todas las fotos. El resultado: Glamour al instante; esta bien, eso no es glamour, pero consideren que el 99.9% de los fines de semana nos pueden encontrar derrochando look de ñora fodonga. En fin, ahí estábamos, todas arregladitas y vestidas de verde (si, de verde), con la firme promesa de aplicar lo que denominamos “comportamiento de visita” a diestra y siniestra.

Sonreímos para las fotos, aventamos arroz (o nos aventaron arroz???), felicitamos a los novios, disimulamos las críticas hechas al 50% de los invitados (el otro 50 no asistió a la misa) y hasta logramos dar la impresión de ser las lindas amigas de la novia. Todo iba muy bien, nadie sospechaba sobre nuestras rarezas, parecíamos personas decentes, pero oh error eso de poner música! Con trabajos dejamos que los novios abrieran pista, apenas terminó la canción y ya estábamos todos trepados en la pista haciendo gala de nuestros más ridículos pasos.

Gritamos, saltamos, cantamos, dimos brinquitos tipo ballet, organizamos una fila de conga, hicimos competencia de pasos exóticos, cargamos a la quinceañera (¿que no era boda?) y hasta hicimos bailar a un par de australianos sin ritmo. Y cuando todos creían que no podíamos ser más ridículos, la orquesta decidió tocar el jarabe tapatío y cual niñas de la pradera, bailamos. Claramente jamás hemos tomado clases de danza regional y estamos lejos, muy lejos, de representar dignamente los bailes típicos de nuestro país. Al terminar dicha melodía, la gente sentada cerca de la pista no podía creer lo que sus ojitos habían visto durante aquellos minutos (especialmente una mujer cuyos ojos bizcos habían presenciado por duplicado nuestros actos), atónitos nos miraban esperando que el caminado en zigzag se hiciera presente ó al menos diéramos signo alguno de estar borrachos, a fin de justificar nuestras excentricidades; pero no, nada de eso pasó. Llenos de orgullo caminamos hacia nuestras mesas para reponernos de la fatiga momentánea, que no nos duró mas de una pieza, pues al ritmo del Cha cha cha, seguimos irradiando estupidez por toda la fiesta hasta que el jolgorio acabó.

El recuento de los daños fue: un borracho que insistía en pasar por sobrio, una mustia hostil, una rata que a las 12 de la noche se convirtió en frutero (¿o fue al revés?), un par de tacones rotos, cabello tipo escobeta, 2 tetos “sutilmente” rechazados por un par de suecas, 2 horas de VALE MAAAAAAAAAAS del buen Chente, entonada por el coro de los niños cantores de cavernicolandia y moretones varios encontrados al día siguiente en nuestros cuerpecillos.

Moralejas varias:
*El que es teto donde quiera es teto
*El que nace para teto de la pista de baile no lo sacan
*Teto que se duerme, se lo lleva la … corriente?
*Más vale teto sentado que un ciento bailando
*No por mucho madrugar amaneces menos teto
*Si quieres a un teto dejalo ir, si regresa es porque se le olvido a donde iba y si no vuelve es que se perdió en el camino
*Y la más importante de todas, teto nacistes, teto crecistes y teto te moristes.