viernes, 13 de agosto de 2010

Nene, nene, nene, ¿qué vas a ser cuando seas grande?

Hace 20 años (¡qué fuerte suena eso!), cuando estaba en la primaria, nos dejaron de tarea hacer una presentación de lo que queríamos ser de grandes;. Recuerdo perfecto las profesiones más populares entre las niñas de mi clase, todas, absolutamente TODAS, querían ser maestras, modelos o actrices. Yo, como siempre fui rara (y muy ñoña, ¿pa’ que negarlo?), tenía el sueño de ser arqueóloga, paleontóloga ó aeromoza (si, aeromoza). Entre mis grandes anhelos se encontraban descubrir una sección secreta en la ruinas de Palenque o Monte Albán, encontrar el primer esqueleto de un Tiranosaurio Rex y viajar por todo el mundo (obvio con glamour).

Unos añitos después (cuestión de un par de décadas), ya soy grande (dicen) y no soy ni arqueóloga, ni paleontóloga, ni azafata; soy Licenciada en Mercadotecnia, trabajo para un gran corporativo, sigo siendo ñoña y sigo teniendo un guilty pleasure por las culturas antiguas y la historia. ¿Cómo fue que olvidé mis “metas profesionales” de la infancia? Sencillo, tuve 3 razones de peso:

1. La arqueología no es lo mío

Tengo pésima memoria, la clase de historia siempre fue mi “coco” y cuando en la prepa todos sufrían por pasar materias complejas como “Calor y Electromagnetismo” o “Cálculo Integral”, yo pasaba noches enteras intentando recordar los datos importantes de la clase de “Estructuras Socioeconómicas de México”.

Confundo fechas, nombres y épocas. En mis exámenes se podían encontrar aberraciones como: Emiliano Carranza y Venustiano Zapata; cuando me preguntaron quién escribió el Himno Nacional, contesté Jaime González “labios negros” y Francisco Muñón. Alguna vez pensé que Miguel Hidalgo y Costilla eran 3 personas distintas y nunca (NUNCA) distinguí los héroes de la revolución de los de la independencia.

Si lo mencionado en el párrafo anterior no parecen razones contundentes de mi mala memoria, entonces deben saber que suelo olvidar fechas importantes, no me sé ningún teléfono de memoria (para eso está el celular), difícilmente me acuerdo de lo que hice ayer, alguna vez olvidé mi propio cumpleaños y aunque me avergüenza decirlo, en una ocasión olvidé mi nombre (¿ven como tengo severas lagunas mentales?).

2. La paleontología no es lo mío

Después de 4 películas de Jurassic Park , la dinomanía derivada de éstas, mi odio al calor , mi nula paciencia y obvio mi mala memoria, me hicieron desistir de andar por el mundo buscando huesos de animales enterrados en la arena. Siendo honesta, también era pésima en biología, para mi “Esternón, Rótula y Peroné” son nombres propios de esos que aparecen en el calendario.

3. Las alturas no son lo mío

¿Conocen la palabra vértigo? Pues justo eso sentía cuando me asomaba por el ventanal de mi casa (vivía en un primer piso).

De la otra altura, pues nunca crecí lo suficiente, a duras penas ando rayando el 1.60 y después de pensarlo detenidamente, ya no me parece tan glamoroso eso de andar viajando en tacones, con un uniforme feo y una pañoletita de poliéster con estampado psicodélico amarrada al cuello, sirviendo refrescos y preguntando a todos los pasajeros –¿pollo o carne de res?


Hoy, a mis 26 otoños, es claro que nunca seré lo que quería ser “de grande”, pero de alguna manera hay cosas por las que uno nunca pierde el gusto:

•Arqueología:
•No descubrí secciones secretas de Monte Albán, pero he conocido rincones recónditos de la ciudad gracias a mi habilidad para perderme y dar vueltas en círculos durante horas.
•Por años, he estudiado la cultura y costumbres de los cavernícolas con los que me he topado desde que me inicié en las artes del Dating. Fue tal mi pasión por el estudio, que me casé con el Rey de los cavernícolas.

•Paleontología:
•Nunca he visto un esqueleto de Dinosaurio pero para compensarlo me hice fans de Selena y los Dinos
•Soy devota de la cultura del Dino: Di-no al calcetín con chancla, Di-no a los tubos y la pañoleta, Di-no a los pantalones a la cadera y la lonja desparramada

•Los viajes
•Descubrí que no se necesita ser aeromoza para viajar por el mundo, basta con trabajar, acumular vacaciones y ahorrar un poco de dinero, así que he viajado mucho, sin glamour , sin pañoletita amarrada del cuello y sin la estatura requerida y lo más importante, durante mis viajes no tengo que preguntarle a nadie - ¿pollo o carne de res? Aunque he de confesar que cada que me subo a un avión me dan ganas de pararme y participar en la señalización de las salidas de emergencia, ya saben, “las salidas de emergencia se encuentran adelante, a los lados y atrás” con todo y movimiento de brazos.