lunes, 28 de octubre de 2013

Corre rata, corre.



Nunca me ha interesado adentrarme en los mundos del atletismo, hacer ejercicio siempre me ha parecido una tortura y digamos que las únicas veces que corrí en mi vida, fueron producto de alguna de las siguientes razones:

  •  Mi mamá me perseguía con una chancla en la mano
  •  El transporte de la escuela estaba a punto de dejarme
  • Estaba persiguiendo al carrito de los helados/papas/tamaleso todas las anteriores (aunque usted, no lo crea).  


El chiste, es que siempre le he huido a eso del ejercicio. Incluso, en la secundaria, me las arreglaba para no entrar a clase de Educación Física y ocupar ese tiempo en broncear mis esculturales piernas de popote,  mientras me recostaba en las gradas de la cancha de fútbol rápido (era TAN cínica, que llevaba lentes oscuros y bronceador en la mochila, pa’ cuando se ofreciera).  

A lo largo de mi vida, muchas personas trataron de convencerme de mover mi hermoso puerco, digo cuerpo, argumentando que me iba a sentir mejor.  Pasé por todo tipo de actividades: Spinning, Zumba, Taebo, Step,  Jazz, Hip-Hop, Hawaiano, Danza Árabe, Danza contemporánea, Tocho Bandera, Repujado y Macramé (*retoma el aire*). Las odié todas.  No había argumento que me convenciera de cambiar de opinión, el deporte no era lo mío. Ora que si alguien aceptaba perseguir al carrito de los esquites, cuenta como deporte, estaba dispuesta a negociarlo.

Hace un año, exactamente, pasaba todas (TODAS, todititas) las noches en vela, dándole vuelta a mis problemas una y otra vez. Definitivo, necesitaba una actividad que ayudara a calmar mi mente, aunque fuera  por un rato. Intenté varias cosas, algunas funcionaron un poquito y otras no pero con certeza,  puedo decirles que  comer alitas de Hooters no alivia los problemas, PEEEEERO ¡Qué buenas son! *babea*.

En fin, con la única intención de olvidar todo por un rato, un buen día, sin presión de nadie, me puse unos tenis y salí a correr. Y ¿Qué creen?, ¡Funcionó! Mientras corría a paso de viejita con artritis, lo único que pasaba por mi mente  era “¿En qué pinche momento se acaba esta tortura?”.  Quizá no era el pensamiento más zen y positivo, pero qué más daba si después de meses, logré conciliar el sueño. Pasaron los días y de ser el momento de tortura, se convirtió en el momento más esperado del día, en mi espacio, en mi refugio.
No voy a mentir y decirles que lo practicaba religiosamente, de lunes a viernes, pero sí cada que tenía oportunidad de escaparme. Con el tiempo, le agarré tanto gusto que hice lo que nunca creí posible, comencé a inscribirme a carreras de 5km y ahora hasta voy por una de 10.

Para mí, las carreras tienen muchas similitudes con la vida, acá les dejo algunas de mis conclusiones:

  • No importa si corres o caminas, de cualquier forma vas a llegar a la meta, entonces aprende a disfrutar el camino.
  • Cuando estás cansado, se vale hacer pausas y bajar el ritmo para recobrar el aliento y recuperar la fuerza para seguir con todo.
  • Siempre llega un momento en el que quieres rendirte, pero si miras adelante, la meta está muy cerca y es justo cuando debes correr con todas las fuerzas.
  • Siempre va a haber personas más veloces y personas más lentas, ¡No te compares!, Tú llevas tu propio ritmo.
  • No mires atrás. Mira hacia adelante para saber a dónde vas pero no pierdas de vista el terreno que estás pisando, es importante para esquivar los obstáculos que puedan presentarse.
  • Cuando decides enfrentar el reto de la carrera, los resultados pueden sorprenderte. Casi siempre, somos mejores de lo que pensamos.
  • Concéntrate, esta carrera es tuya y de nadie más.
  • Prepárate. Si te caes, levántate. Si quieres rendirte, motívate para seguir. Si los resultados no fueron los esperados, no tires todo por la borda, entrena más y mejor y fíjate un nuevo reto.
  • No tienes por qué hacerlo solo, corre con la gente que amas. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

que bonito post si yo hubiera sabido que tu antes que ella que yo, contigo si todo ni hablar